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Durante la década de 1980, América Latina enfrentó una de las peores crisis económicas de su historia moderna, conocida como la Crisis de la Deuda Externa. Este fenómeno afectó gravemente a la mayoría de los países de la región, generando recesión, inflación, desempleo y pobreza. El origen de la crisis está vinculado al excesivo endeudamiento externo durante los años 70, en un contexto de cambios abruptos en la economía mundial. La crisis marcó el inicio de una nueva etapa en la política económica latinoamericana, caracterizada por las reformas estructurales promovidas por organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.
Crisis de la deuda en America Latina
En la década de 1970, muchos países latinoamericanos se endeudaron ampliamente con bancos internacionales, aprovechando las bajas tasas de interés y el acceso fácil al crédito externo. Estos fondos se usaron para financiar proyectos de desarrollo y cubrir déficits fiscales. Sin embargo, a principios de los años 80, la economía global cambió: Estados Unidos aumentó sus tasas de interés para controlar la inflación, lo que encareció el servicio de la deuda; además, los precios de las materias primas cayeron, reduciendo los ingresos por exportaciones. Como resultado, varios países comenzaron a tener dificultades para pagar sus deudas.
La crisis se desencadenó oficialmente en 1982, cuando México anunció que no podía cumplir con sus pagos. Esto generó una reacción en cadena en otros países de la región. Ante la amenaza de un colapso financiero generalizado, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial ofrecieron ayuda, pero condicionada a la implementación de duros programas de ajuste estructural. Estos incluyeron recortes del gasto público, privatizaciones, apertura comercial y reformas económicas. Aunque buscaban estabilizar las economías, estas medidas provocaron recesión, aumento del desempleo y mayor pobreza, dando lugar a lo que muchos llaman la "década perdida" de América Latina.