
Crisis de la eurozona
Tras la crisis financiera global del 2008, varios países de la eurozona (como Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia) comenzaron a experimentar graves problemas de deuda pública.
La crisis comenzó cuando se descubrió que Grecia había manipulado sus cuentas fiscales, ocultando un déficit mucho mayor al reportado. Esto generó desconfianza en los mercados, lo que hizo que los intereses de su deuda se dispararan. Pronto, otros países con situaciones similares fueron afectados.
La pertenencia al euro impedía a estos países devaluar su moneda para ganar competitividad, lo que agravó aún más su situación económica.
Consecuencias y medidas adoptadas
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Rescates financieros: Países como Grecia, Irlanda y Portugal recibieron paquetes de ayuda de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, con estrictas condiciones de austeridad.
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Ajustes severos: Se impusieron recortes al gasto público, aumento de impuestos y reformas estructurales que provocaron protestas sociales masivas.
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Reformas de la eurozona: Se creó el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) y el Banco Central Europeo intervino comprando bonos para estabilizar los mercados.
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Consecuencias sociales: Altas tasas de desempleo (especialmente juvenil), aumento de la pobreza y pérdida de confianza en las instituciones europeas.
La crisis de la eurozona puso en evidencia las debilidades estructurales del euro como moneda común sin una unión fiscal y política completa. A pesar de las reformas, sus efectos todavía se sienten hoy en varios países.
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